El pueblo de Dílar,
bañado por las aguas que vierten de alta montaña de Sierra Nevada,
vienen encauzadas por el río Dílar. El término tiene una vega de
regadío de unos dos mil doscientos marjales aproximadamente. La
mayoría de las piezas de vega están abancaladas por la orografía
del terreno por sus desniveles. Y, algunas veces entre bancal y
bancal, divido por balates, se encuentras algunas partes que hay que
labrarlas a mano, pues, ni siquiera, entra una bestia.
Con un sistema de
riego a manta o inundación, se remonta a la etapa hispano-musulmana,
es una zona muy propicia para la producción de frutos de huerta. Y,
entre ellos no pueden faltar las buenas hortalizas.
Hortalizas que todas
las familias de Dílar han podido criar, para su consumo particular.
Donde han criado: tomates, cebollas, pimientos, picantes, berenjenas,
calabacinos, habichuelas verdes y otros productos, para consumir en
la fecha de crianza y, posteriormente, cuando las fechas de crianza
se agotan se han hecho conservas para poder consumir cuando no hay
producción de las mismas.
Estos productos se
han conservado de varias maneras; por un lado se han secado como el
tomate, pimiento y picante; por otro lado, se han conservado
embotellando los tomates para fritos y de otra preparación; y,
también, echándolos en vinagre.
Más recientemente
se están realizando las conservas de estos productos, en forma de
mermeladas y, cuando no, en el frío del congelador.
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